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Si hubiera continuado su carrera en el fútbol profesional, Gary Alfaro habría sido convocado más de alguna vez a la Selección Chilena. Mide un metro 84, tiene 36 años y lleva más de siete atajando por Vikingos. En este campeonato tiene la portería menos batida de su serie: le han convertido apenas siete goles en diez fechas. “Siempre jugué al arco, cuando muy chico era mediocampista, pero una vez faltó un arquero y pusieron al más alto”, cuenta Alfaro. Desde entonces, estuvo en Magallanes, Colo Colo, Cobresal y Barnechea, pero nada se compara con lo que encontró en la Liga San José: “Aquí hay compañeros, amigos, familia, como la llamamos nosotros, el ambiente… eso se valora mucho más que salir campeón todos los años”.

Las fortalezas de Alfaro son el achique y los lanzamientos fuera del área. Su punto débil lo tiene claro también: es callado para jugar, pero como sabe que el arquero es una especie de segundo técnico en la cancha, lleva un buen tiempo tratando de mejorar. Admirador del astro italiano Gianluigi Buffon, Gary Alfaro trabaja revisando escapes en matrices de gas. Cuando no está en eso, con sus hijos o en Vikingos, está viendo o recordando fútbol. De hecho, sus primeros momentos al borde de una cancha fueron cuando tenía apenas dos años de edad y su papá, Arturo, jugaba como defensa central en la rama de fútbol de Famae. El coche de Gary solía estar junto a la banca, bajo la mirada atenta de los compañeros de Arturo.